LAS MUJERES Y LOS NIÑOS PRIMERO vs. HIPARQUIA LA PRIMERA PERRA: UN ANÁLISIS CRÍTICO AL FEMINISMO POSTMODERNO

 

Las mujeres y los niños primero, esta frase, acuñada hace poco más de un siglo y medio (que deja entrever el carácter subalterno de los niños, en segundo lugar), debería instaurar en el imaginario colectivo lo que secularmente han ejercido, en su rol biológico los hombres, la protección de su prole, siendo los proveedores y defensores de su familia. Sin embargo, el delirio de odio postmodernista ha provocado lo contrario, el varón, más aún si es blanco y heterosexual, por cuestiones casi de determinismo genético (darwinismo social) tiene vocación de someter, maltratar y asesinar a las mujeres y a su prole. Y es a la conclusión que uno puede llegar tras observar la deriva autoritaria de las políticas de género actuales.

 

Como dice Adriano Erriguel, la postmodernidad consagra en el mundo las políticas de identidad, un nuevo puritanismo que se impone sobre el cuerpo social para deconstruir las relaciones naturales entre hombres y mujeres, la cultura, etc., todo ello mediante, un frenesí victimista y exhibicionismo lacrimógeno (8m, 25 N, redes sociales, retórica oficial…) y que paradójicamente, todo ese desbordamiento de buenos sentimientos contrasta con la violencia y ensañamiento que la policía de la virtud emplea contra todo aquél que se cruza en su camino. Según este autor, la postmodernidad marca el fin de los grandes relatos y el inicio de los microrrelatos, en los que cada colectividad o minoría elabora su microrrelato de opresiones y sufrimientos con el objetivo de forzar su reconociendo institucional…Y claro está, obtener todo tipos de beneficios. Se emplean conceptos del presente para juzgar el pasado que no para explicarlo. El objetivo es claro, provocar una fractura social no conocida en la historia de la humanidad, hombres contra mujeres, blancos contra todos, vacunados contra no vacunados, inmigrantes contra autóctonos, ésta es la base de las políticas de identidad, el auténtico caballo de Troya del neoliberalismo (Adriano dice: minorías organizadas, un poder blando al servicio de los dominadores) y en el que paradójicamente, la izquierda posmoderna, “liberasta”, indefinida y traidora, toma las riendas.

 Y de nuevo con Adriano Erriguel: la nueva izquierda postmoderna es culturalmente orgánica al neoliberalismo, el cual es elitista y pisotea la soberanía popular, la filosofía de la izquierda no es el materialismo dialéctico sino la deconstrucción, con una ingeniería posmoderna de identidades de recambio (el feminismo es la apuesta de temporada) ¿Dónde se manifiesta entonces la lucha de clases? La izquierda posmoderna tiene una respuesta: codo con codo, hombro con hombro con las reivindicaciones de feministas, transexuales, migrantes, animalistas, antiespecistas, ecologistas, vegan@s, senderistas, macrobiótic@s y virtuos@s del timbal.

Constanzo Preve lo explica muy bien en su texto: El feminismo es orgánico al capitalismo: “el feminismo nos trae una reacción furiosa contra todo el universo social y comunitario (necesariamente compuesto por hombres y mujeres), el feminismo presenta una naturaleza extremadamente individualista”. Individualismo, esencia del neoliberalismo. Señalando Erriguel que con su apuesta por las políticas de género y los sagrados derechos de las minorías, la izquierda no sólo no ha reforzado a la clase trabajadora, sino que ha contribuido a desagregarla. Si la mercantilización absoluta de la existencia es la verdad última del capitalismo, entonces es preciso quebrar toda resistencia “comunitaria” a la misma, en donde las mujeres han sido, históricamente, las principales correas de transmisión del sentimiento comunitario.

 

En este sentido, el filósofo marxista Diego Fusaro indica, interpretando a Preve, un rechazo categórico al concepto de patriarcado estructural que difunde el feminismo, destacando que el patriarcado es un remanente de un tiempo pasado, y que es incompatible con la fase actual de desarrollo del Capital y con la forma mercancía, que no tolera los tabúes que habían surgido en la época anterior. Según Preve la forma en que el capitalismo aborda la cuestión femenina es una mezcla de machismo y de feminismo. El perfil “machista” prevalece en el proceso de acceso del sexo femenino en todos los roles posibles de la producción capitalista, insertando seres andróginos de ambos sexos en los roles masculinos tradicionales. La ejecutiva agresiva o la empresaria que asume roles propios de tiburón de las finanzas, y que, por supuesto, ha renunciado al amor y a la maternidad, es la figura más representativa. El perfil “feminista”, que no tiene nada que ver con las nobles luchadoras sufragistas, tiende a un objetivo estratégico real de la producción capitalista: la guerra entre sexos y la desaparición de la solidaridad entre hombres y mujeres. Apunta directamente a la estructura comunitaria por excelencia: la familia. El (neo)feminismo es una de las corrientes menos comunitarias y más orgánicas del capitalismo que existen.

Como bien describe Diego Fusaro, la izquierda postmoderna ha renunciado al materialismo histórico, la dialéctica del conflicto vertical entre dominadores y esclavos, la ha reemplazado en un conflicto horizontal entre iguales, en el caso que nos ocupa entre hombres y mujeres, y así desactivar la esencia misma de la más sólida estructura comunitaria de la historia y de resistencia ante la adversidad, la familia.

 Y es que si la actitud de los varones hacia las mujeres a lo largo de la historia, organizada en el constructo ideológico del heteropatriarcado (un entorno de opresión hacia las mujeres) hubiera sido como nos cuenta el feminismo de género, la humanidad se hubiera extinguido, por aniquilación de las mujeres. Pero ha sucedido todo lo contrario, parece ser que las relaciones seculares entre hombres y mujeres, organizadas por roles biológicos, no solo ha garantizado la supervivencia y la lucha contra las adversidades, también ha producido una huella genética y epigenética indeleble en los hombres fruto de lo cual, la esperanza de vida de estos es casi 8 años menos que las mujeres.

Pero incluso asumiendo el paradigma de odio feminista, culpabilizando al heteropatiarcado de todo mal, habría que preguntarse: ¿qué culpa tienen las generaciones contemporáneas de los hechos históricos pretéritos para tener que rendir cuentas de lo que hicieron sus ancestros? Si todo el mundo está a favor de la igualdad: el Papa, el Banco Mundial, el Foro de Davos, la OCDE, la policía, las universidades, la patronal, los medios de comunicación, todos los partidos políticos y sindicatos y demás arribistas…, ¿por qué año a año siguen perpetuando su maniquea y falsaria retorica victimista? Los arribistas, los narcisistas mesiánicos y el resto de la caterva de borregos son la explicación. Los primeros se mueven por conflictos de intereses de naturaleza económica, son Lobbies, viven de los chiringuitos de género, son mercenarios sin escrúpulos. Los segundos, neo burgueses de “izquierdas”, que expresan su vocación totalitaria a través de su solidaridad con las minorías; y los terceros son legión, una masa de esclavos pusilánimes al servicio de los dictados de la casta política. Este último grupo es el auténtico sostenedor de esta ignominia, de esta farsa y de este atentado a la convivencia humana que supone el feminismo de género y las políticas de identidad.

Y es que la igualdad de género es un auténtico oxímoron, es desigualdad total. En este constructo de odio, el varón blanco y heterosexual, es un privilegiado, independientemente de su estatus económico, clase social, cultura, lugar de residencia…, los varones no padecen. Pero el oxímoron lo explica todo, los varones sufren los mayores niveles de siniestralidad laboral, penosidad en el trabajo, sinhogarismo, indigencia, suicidios… Por el contrario, en España, cerca de 500 leyes benefician a la mujer (vean y asómbrense ttps://diferenciaslegaleshombremujerenespana.law.blog/) solo por el hecho de serla, la más abyecta de esas leyes es la LIVG que instaura en España la justicia de autor, la asimetría penal por razón de sexo, creando juzgados de excepción y comprometiendo la seguridad jurídica y la presunción de inocencia de los varones. Por no señalar la praxis sistemática judicial en los procesos de divorcio, el padre se convierte en un visitador de sus hijos, como si se tratase de enfermos o presidiarios, se les secuestra lo más valioso de sus vidas, sus hijos, solo por el hecho de ser varones. En este caso, las “femilistas” claman contra la custodia compartida, identificándola como otro tipo de violencia contra la mujer. El escenario es absolutamente desolador para el varón en España.

Pero es que además el feminismo de género, no reconoce que la mayor parte de hombres y mujeres viven en pareja, y que los problemas afectan por igual a esa estructura básica de convivencia, la cual quieren destruir por hetero-patriarcal.

El feminismo de género postmoderno es en esencia neoliberal y machista, antihumano, ya que deshumaniza a las mujeres, considerándolas víctimas infinitas de la historia de los tiempos, “el sexo débil”, incapaz de tomar sus propias decisiones e incluso de ejercer la defensa propia y que por tanto necesita de la tutela del nuevo super-macho, el estado feminista, liderado por mujeres empoderadas, una nueva casta genética privilegiada nacida de los aparatos de los partidos políticos. Pero lo peor, el feminismo de género deshumaniza a los hombres, calificándolos como los victimarios seculares de la historia, incapaces de ejercer los afectos, cuidados y empatía, propios de los humanos, hacia sus seres queridos. Es decir que los hombres como grupo identitario, ejercen la violencia hacia la mujer, una violencia estructural, secular, ejercida independientemente de los tiempos históricos, cultura o características sociodemográficas del individuo. Pues bien, esto es incompatible con la razón o el sentido común, el humanismo y la ciencia. Solo es comprensible desde la existencia de un determinismo genético que predispone al hombre en general a dominar, oprimir y maltratar a sus parejas, madres de sus hijos y compañeras de supervivencia. Ya la ínclita exalcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, indicaba que el maltrato está en el ADN del hombre. Pero la ciencia no ha identificado ese gen de la infinita maldad del hombre. De hecho, esta aberrante interpretación de la realidad solo se puede entender desde un darwinismo social, fuente de inspiración de las doctrinas represivas más abyectas de la historia de la humanidad como el fascismo o el nazismo.

Pero acabemos con el otro argumento del título de esta reflexión, Hiparquía, la cual nació 300 años antes de Cristo y fue la primera filósofa de la secta del perro, la primera filósofa cínica que convivió, pese a la inicial oposición de su familia, con Creates de Tebas y llevó una auténtica vida ascética. En la época de la decadencia de las polis griegas (algo similar a lo que sucede actualmente), Hiparquía desafió las convenciones sociales, su auténtico empoderamiento no fue su sometimiento a la polis, al poder establecido, no se convirtió en arribista al servicio del poder político, renunció a una vida de lujos para vivir en la pobreza con Creates:

Yo Hiparquía, prefiero a la muelle labor femenina, la vida viril que los cínicos llevan, no me agrada la túnica sujeta con fíbulas, odio las sandalias de suela gruesa y las redecillas brillantes. Me gustan la alforja y el bastón de viajero y la manta que en tierra por la noche me cubre…

 

Como señala Carlos García Gual, el cinismo griego, y en esto encontramos la figura de Hipaquia, está determinado por la crisis definitiva de la polis como comunidad libre y autárquica. La destrucción de la polis como marco comunitario independiente y autónomo y expuesta al dominio del caudillo marcó la decadencia de las sociedades helenísticas. Más de dos mil años después, la historia se repite. El estereotipo de la mujer feminista posmoderna no tiene nada que ver con Hiparquia, es una mujer independiente del hombre, al que desprecia, pero dependiente y esclava de una superestructura alienante, el Estado Feminista, que le indica el modelo de convivencia, sus elecciones (trabajos, juegos, diversiones, orientación sexual) acordes a la retórica políticamente correcta, le impone cuotas de discapacidad y lo peor, la deconstruye en su misma esencia biológica, al no saber ya ni siquiera identificarse o reconocerse como mujer.

Por tanto, el feminismo de género y en su conjunto las políticas de identidad postmodernas, suponen la mayor amenaza actual a la convivencia y a la naturaleza humana.

 

Pedro Ángel Latorre Román


Notas:

Diego Fusaro. Historia y conciencia del precariado. Madrid: Alianza Editorial.

Carlos García Gual: La secta del perro. Madrid: alianza editorial.

Adriano Erriguel. Blasfemar en el Templo. Ediciones Monóculo.

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