Me sirvo para esta entrada de una comunicación que presenté en el año 2005 a un congreso internacional de ciencias del deporte. Han pasado ya 20 años, pero otros humanistas y pensadores, mucho tiempo atrás, como Cagigal o Vázquez Montalbán, ya anunciaban la utilización del deporte y su degradación con fines ideológicos y mercantiles. Y es que lo maravilloso del deporte es su práctica, nunca, jamás, superará el espectador al deportista en beneficios y ganancias...Ciertamente, la contemplación del deporte de élite es apasionante, si entendemos éste como un ejercicio artístico que provoca una intercomunicación entre el artista y su obra con el espectador, una emotividad efímera que cesa a las pocas horas del hecho deportivo. Emotividad que en este caso se ve sobredimensionada por el carácter agonístico y de enfrentamiento de este fenómeno artístico, el deporte, y por el comportamiento gregario o sectario de los aficionados. No pasa lo mismo cuando se contempla una obra de Goya o Velázquez, por mucho que a un espectador y al otro le gusten de manera diferente ambos pintores. Como decía Aristóteles, la virtud está en el término medio, disfrutar, emocionarse y alegrarse por la contemplación del espectáculo artístico (deportivo) e incluso cierta exacerbación del ánimo si nuestro equipo gana, es legítimo y saludable. Pero, la sobreexposición al espectáculo deportivo, teniendo en cuenta que su uso ideológico y sus resultados políticos y mercantiles favorecen y enriquecen a pocos, muchos de los cuales actúan como auténticos victimarios de la sociedad civil, y por contra, no provoca ganancia al espectador, más allá de la emotividad paroxística de las 24 horas antes y después del evento, afianza las pérdidas del espectador, pérdida de capacidad crítica, de rebeldía, de raciocinio, de capacidad deliberativa, de alteridad, además, el espectador no suele ser practicante de deporte, eso sí, la sobreexposición a este espectáculo político-deportivo da una "gran miserable ganancia", el nihilismo de la masa. Os dejo el escrito (disculpen el paso defectuoso del PDF del artículo a Word).
GLOBALIZACIÓN, CAPITALISMO Y DEPORTE
Pedro Ángel
Latorre Román
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Universidad de Jaén
Resumen: Lo que hoy en día
define al deporte es su carga ideológica, así, la primera acción que se lleva a cabo a la hora de valorar
el deporte como elemento de poder es desposeerlo de su finalidad educativa y administrarle el carácter de
actividad mercantil. En la llamada globalización
asistimos a un proceso de transnacionalización deportiva que mantiene como paradigma ideológico al deporte
espectáculo. La lógica entre práctica deportiva y bienestar social es desvirtuada cuando el ocio y el
tiempo libre es un valor mercantil. Los educadores físico-deportivos debemos ser unos activistas del cambio social,
para contribuir a través del desarrollo
intelectual, de la libre conciencia, a la creación de un mundo menos
ignominioso en el cual la actividad
física no sea el instrumento más primitivo para la supervivencia, el enfrentamiento, la descarga laboral, sino
como consecuencia de una auténtica sociedad del bienestar
Palabras Clave: Globalización, capitalismo, deporte, bienestar.
1. ASPECTOS GENERALES DEL DEPORTE GLOBALIZADO.
Hoy en día, el deporte ha alcanzado un valor polisémico: Deporte para
todos, deporte de base, recreacional, competitivo, profesional, todos estos ámbitos
de actuación se interrelacionan
entre sí a través de diferentes estructuras sociales, políticas y económicas. Una de las características que definen la
práctica deportiva es su fin en sí misma, su
gratuidad y altruismo en su desarrollo, que generan el encuentro humano
positivo. Para Pierre de Coubertin el
deporte, el Olimpismo, representaba una manera nueva de concebir las relaciones humanas,
una manera de luchar por la paz, la solidaridad, la tolerancia…Vizuete
(1999) indica que lo que hoy en día define en parte al deporte es su carga ideológica y la posibilidad de
instrumentarla por su gran capacidad de convocatoria de masas. La Educación Física y los deportes presentan un
significado social, cultural y político ineludible en los países desarrollados como referente del progreso y el bienestar. Sin embargo, como
señala Vizuete (1999), la
Educación Física y las actividades que engloba, promovidas y posteriormente manipuladas políticamente, pueden enmascarar tanto sistemas políticos como niveles de calidad de vida, promocionando una imagen política
irreal y adaptada a medida de las necesidades de sus promotores.
Citando a Barreau y Morne (1991), “los esfuerzos de Pierre de Coubertin
para crear una Pedagogía Deportiva
humanista han fracasado”. El deporte amateur ha sucumbido ante el saqueo capitalista. El deportista es el
instrumento de la ganancia y el espectador el gran consumidor arengado mediante estímulos patrióticos y sectarios.
Ricardo (2000) indica que la globalización del deporte ha creado riqueza
para un pequeño grupo de instituciones y mass
media, así, en la búsqueda de mercado, los valores culturales y democráticos
van perdiendo protagonismo; el proceso
de globalización y comercialización presiona
a los periodistas para servir a intereses comerciales, reforzando la
concentración de poder en determinados medios y organizaciones deportivas. Además, la profesionalización del deporte en
beneficio del consumo y del espectáculo ha sido un nuevo escaparate para agudizar las diferencias entre los países
y la fractura social. El fútbol es la insignia de este delirio del deporte
espectáculo.
Uno de los aspectos de la práctica deportiva competitiva
actual se centra en el modelo
meritocrático que organiza una política de premios y medallas como refuerzo del sistema
competitivo, en este sentido, los medios de comunicación de masas y la publicidad ensalzan
al ganador y ocultan y se ignora la derrota, el perdedor, el abandono
deportivo, las lesiones, falseándose
la realidad (Fraile, 1999). Además, se ensalza un modelo masculino elitista,
así, la presencia del deporte
femenino en los medios de comunicación es prácticamente insignificante. Se utiliza un modelo piramidal
de iniciación deportiva
que favorece la segregación
y el abandono deportivo. Mediante el apoyo al deporte de elite se intenta hacer creer a la ciudadanía, que
se generan participantes, sin embargo, en gran
medida lo único que se genera son espectadores. Por tanto, y según
Vizuete (1999), la primera acción que se lleva acabo a la hora de valorar el deporte como elemento de poder es desposeerlo de su finalidad educativa
y administrarle el carácter de actividad mercantil. Toda esta situación impacta lógicamente en la subjetividad del
profesional de la actividad física y
el deporte que es capaz de hacer sucumbir su capacitación profesional y
pedagógica ante la inercia mediática
y social del sistema económico
y político. Así, se realizan
verdaderas aberraciones en el entrenamiento con los niños. Es realmente
un problema sanitario encontrar a
niños operados de osteopatía de pubis, condromalacias rotulianas,... lesiones todas ellas degenerativas, o en
su caso, niños con ansiedad y estrés competitivo, frustración y sobresaturación deportiva. Según Atuve (2000) la institución deportiva se expande en el mundo entero (con el Comité
Olímpico y Federaciones Deportivas), en la misma
medida que se impone el capitalismo industrial como organización
socio-económica dominante mundial.
En la llamada globalización asistimos
a un proceso de transnacionalización deportiva
que imprime al deporte entre otras las siguientes características: La configuración de una
vasta macro-organización mundial muy poderosa,
económicamente muy fuerte y dotada de una legislación y funcionamiento jurídico
independiente de los Estados nacionales, pero muy influenciada por las principales potencias deportivas mundiales que también lo son en lo
económico, político, militar, etc. La conversión del deporte en una de las principales industrias del espectáculo, del entretenimiento
y de canalización del tiempo libre. La aplicación de la ciencia y la tecnología. La progresiva desaparición del llamado
deportista "aficionado". La indiferenciación entre la Organización Deportiva Mundial y la
empresa del espectáculo deportivo
2. DEPORTE Y SOCIEDAD
DEL BIENESTAR
Los conceptos calidad de vida y sociedad del bienestar
han ido acuñados en la sociedad capitalista. Es una entelequia concebir una sociedad
del bienestar para todos en un sistema
de producción capitalista; hablar de sociedad
del bienestar es agudizar la fractura social en una sociedad acuciada
por el desempleo, la precariedad laboral, la pobreza, y, sobre todo, teniendo en cuenta
la progresiva privatización de servicios básicos como la sanidad, la seguridad y la educación. En todo caso,
Ojeda (1993) indica que “mientras el
Estado liberal proporciona seguridad jurídica a los individuos, el Estado
Social, además, debe proporcionar seguridad
frente al paro, la jubilación, la vivienda, la enfermedad...”
por lo que siguiendo a Ochando (1999) una de las características del nuevo Estado del bienestar será la extensión de
la política social a las clases medias y a otros campos del bienestar social. Todo ello, implica un
intervencionismo del estado para proteger determinados
valores sociales básicos que garanticen la igualdad de oportunidades. Esta idea, en una economía capitalista no deja
de ser un tanto romántica, como romántico es
recuperar el paradigma de deporte para todos. Ochando (1999) destaca
también en la interpretación marxista
del Estado del bienestar que la supervivencia del sistema capitalista sólo es posible por el intervencionismo de
los estados que legitime política y socialmente este modelo de producción. En este sentido, el Estado de
bienestar no tiene efecto sobre la equidad,
ya que como destacaba Marx, una distribución equitativa de los bienes sólo es posible por una reestructuración radical
de las relaciones sociales de producción. Por tanto, el Estado intervencionista es el escenario
en donde se dirimen las contradicciones económicas y sociales del capitalismo,
convirtiéndose en receptor de demandas sociales, mercantilizándose la
política.
La precariedad laboral
la definen Amable y cols (2001) como un constructo conceptual que une la temporalidad, la vulnerabilidad, el nivel
salarial y la protección social. La precariedad laboral es una realidad en la “sociedad del bienestar” occidental. Según cifras de la OCDE
aportadas por Jean Ziegler (2003), en la Unión Europea hay en estos momentos
50 millones de pobres y 17 millones
de desempleados (más del 8% de la población
activa total). En los países industrializados 100 millones de personas viven
por debajo del umbral de la pobreza.
En 2001 en Inglaterra sólo un trabajador de cada seis tenía trabajo estable y a tiempo completo. En
Alemania sobre el 30% de las empresas pagan salarios inferiores al mínimo interprofesional.
Amable y Benach (2000) señalan
que en España se ha permitido e incentivado un incremento del empleo
temporal desde el 15% en 1987 al
35.3% en 1995. La temporalidad en España según CCOO es acuciante en los jóvenes, así, el 50% de los trabajadores
menores de 30 años son temporales, además, uno
de cada cuatro de estos jóvenes está en paro. La tasa de temporalidad en
España está por encima 19 puntos de
la media de Europa y se asocia a una alta rotación laboral lo que incrementa la precariedad laboral. España
ofrece el caso más penoso, con los índices de
paro y empleo temporal más elevados de toda la Unión Europea (la tasa de
temporalidad en el año 2000 se
situaba en el 32’1%, frente al 15,1% de media de la UE, el 12’7% de Alemania y el 6’7% del Reino Unido).
Petras (2002) señala que el trabajo, organiza nuestras vidas, costumbres diarias, el ocio, el nivel de vida y nuestra
vida familiar; la pérdida del trabajo altera la vida cotidiana lo que puede dar lugar a patologías metales como la depresión crónica,
ideas suicidas, rupturas
familiares, malos tratos,
comportamientos antisociales,
etc. Por tanto, la pérdida del empleo o los salarios de miseria dan lugar al colapso
del estilo de vida
Teniendo en cuenta que la actividad física y el deporte
es un elemento fundamental en el desarrollo
del paradigma de la sociedad del bienestar y la calidad de vida, en una
sociedad neoliberal en la que el
deporte se convierte en un bien de consumo, su valor como elemento de promoción de valores saludables, sociales, etc, es sustituido por valor mercantil. Pero,
¡Cómo
es posible inculcar valores deportivos a una ciudadanía cuyo soporte de
bienestar es una estabilidad
económica garantizada y una jornada laboral que no aliene al trabajador!. Cómo invitar a mi vecino, cercano a los 40
años, con sobrepeso, a que realice deporte, cuando
tiene una jornada laboral cercana a las 60 horas semanales, si apenas tiene
tiempo para ver a su familia. Cómo se
pueden respetar los criterios de prescripción de un ejercicio físico saludable para una masa social
importante, cuando sólo pueden realizar deporte una vez a la semana y, además, su salario es tan exiguo que no les
permite abordar la compra del
material deportivo adaptado sus características. El ansiado tiempo libre de la
ilusoria sociedad del bienestar, no
es tal sino un escenario más para el consumo, la descarga y la recuperación del trabajo. En este sentido,
Bordieu (1993) significa que el hábito de práctica deportiva está íntimamente relacionado con el atesoro económico,
cultural y de tiempo libre de la ciudadanía.
Las posibilidades del deporte como convocador de masas,
aglutinador de intereses y como elemento de desarrollo económico, ha creado los llamados
barones del deporte, sujetos que
ajenos a los fines altruistas, educativos y culturales que dicen perseguir,
hacen presencia en la vida pública controlando el deporte espectáculo, organizan empresas, relaciones, influencias... lo que les permite
manejar grandes cantidades de dinero en beneficio
propio, todo ello, a través de un complejo entramado de relaciones de
servilismo, relaciones políticas y de
la vida de los negocios (Vizuete, 1999). El deporte, es por tanto hoy en día mercancía de gran rentabilidad
económica, así los intereses divulgativos y educativos han sido sustituidos por intereses comerciales. Ricardo (2000) señala que el deporte competitivo resulta de una industria de
billones de dólares basada en la cooperación entre mass media, espónsor y autoridades deportivas. Multinacionales
deportivas, con espíritu de ONG, saquean
el Tercer Mundo en busca de talentos-mercenarios deportivos. La planificación económica
de los grandes eventos deportivos
se ha realizado sobre la base de una mayor rentabilidad económica
lo que permita ingresar año tras año las mayores divisas a las
televisiones y marcas publicitarias (Vizuete,
1999).
Por otro lado, la devastación medioambiental es una
realidad intrínseca al neoliberalismo y a la globalización. En este sentido,
el deporte es un elemento
favorecedor. García Ferrando y cols (2002) señalan que las
últimas investigaciones destacan que las prácticas físico-deportivas suponen una importante amenaza
al ecosistema ambiental
donde se desarrollan.
Pero en el capitalismo lo más importante es participar,
lógicamente, del espectáculo deportivo y del consumo
visceral que genera,
incluso la participación deportiva es inmensamente loable e imprescindible, ya
que es el otro yacimiento del consumo. La mayor parte del material deportivo se devalúa de un año para otro,
bendito desarrollo tecnológico, pero a qué deportista amateur o recreativo le beneficia eso.
3. DEPORTE, EDUCACIÓN Y CULTURA
El deporte es un derecho del ser humano consagrado en la Carta Internacional
de la Educación Física y el Deporte y de la UNESCO. La educación es el instrumento imprescindible de la sociedad civil para garantizar su desarrollo armónico
y justo. La educación y la información son el elemento
que permite a los pueblos
adquirir una conciencia libre. Como señala Vázquez Montalbán
(1993), los Mass Media tienden
a imponer el referente del
triunfador social histórico, que se atesora en el individuo del Norte (Gran Consumidor). En parte y atendiendo a
Puente Ojea (1999), esta
situación potencia el proceso de regresión de la conciencia al primitivismo de épocas que creíamos definitivamente canceladas. La creciente
acumulación capitalista en su fase de intensa
concentración del capital financiero, que crece exponencialmente, no es
ajena a la recaída en concepciones
mítico-religiosas que se transforman en mercancías
en el mercado del ocio, la evasión y el entretenimiento y fomentan solamente
la razón en sus funciones
tecnológicas e instrumentales. El último reducto posible de la libertad,
la mente, está siendo también
colonizada por el imperio mediático al servicio del poder y el dinero en su
designio de transformar a la especie
humana en un rebaño obediente y conformista con los intereses de una explotación anónima que ya no
conoce fronteras. Esto entronca también en el fenómeno deportivo actual, a falta de
identidad personal, de frustración y resentimiento socio-laboral (bournout), las asociaciones y clubes deportivos son el balneario
donde sublimar instintos más
profundos, el espectáculo deportivo un escenario imprescindible del sistema para adormecer a la masa y dar la
sensación que pertenece también a un grupo de
triunfadores. Así y según James Petras (2000), el nuevo imperialismo no
sólo esclaviza los cuerpos de sus
súbditos sino que, además, trata de inculcar un servilismo a sus mentes; la cultura
imperial es el consumo a gran escala,
la producción y distribución de bienes culturales que atomizan y fragmentan
colectividades al crear comunidades virtuales, que están separadas de sus realidades sociales. Los espectáculos son circos pero sin el pan. Por tanto, la cultura de masas disfraza
y hace más profunda las desigualdades abismales que acompaña al
control oligárquico total.
García Ferrando y cols (2002)
indican que la omnipresente y creciente preferencia del deporte espectáculo y profesional en los mass media unido al gran desarrollo del consumismo
deportivo está produciendo un rechazo de la cultura deportiva a grupos muy amplios
de la ciudadanía. Además, las personas con menos estudios
y de estratos económicos modestos, apenas han mejorado
o incluso han reducido su práctica deportiva en esta última década. Discrepo en esta ocasión de García
Ferrando y cols (2002), al considerar que la tardía
incorporación al trabajo
de los jóvenes fruto del desempleo se puede
considerar, al igual que el tiempo de la jubilación como marco adecuado para la vivencia del ocio. El ocio es el paradigma
de la sociedad del bienestar
y sin duda, el estado de desempleo
dista radicalmente de este concepto
social. En este sentido, considerar el ocio y la
práctica deportiva como un bien de consumo en manos de empresas, muchas de ellas trasnacionales, es otro distintivo capitalista que favorece
la fractura social. Considerar el deporte y el ocio como bien de
consumo es abordar directamente su instrumentalización mercantilista que nos pone de nuevo en la esfera de la
depredación capitalista. Siguiendo a Jean
Ziegler (2003), en
numerosos estados occidentales, los medios de transporte público y las telecomunicaciones están privatizadas, una segunda oleada de privatizaciones se prepara y afectará
a las escuelas, universidades, hospitales, prisiones y muy pronto a la policía.
Por tanto, un Estado que desmantela sus servicios públicos
más esenciales voluntariamente y transfiere al sector
privado las tareas de interés colectivo, según la ley de maximilización de los beneficios se constituye en un Estado en
quiebra. Por tanto, una economía que ensalza la competencia individual, la precariedad del empleo, la determinación salarial
según el merito...es una economía que genera angustia.
La privatización del estado destruye
la libertad del hombre, aniquila la ciudadanía.
Los supuestos valores
sociales y morales
presuntamente adjudicados de manera inherente al deporte: solidaridad,
honestidad, respeto, tolerancia, disciplina, adquisición de roles sociales...hoy en día se derraman en
su inconsistencia dentro del modelo meritocrático y plutocrático del deporte espectáculo capitalista. Como señala Cagigal (1991),
la comercialización del
espectáculo deportivo no es peligrosa porque atente contra valores espirituales del deporte, sino porque convierte al espectáculo deportivo en producto de venta,
con lo que pasa a convertirse en producto que necesariamente debe ser
consumido; por tanto, no el
espectáculo deportivo sino este espectáculo deportivo al que asistimos, convertido en hecho trascendental,
avasallador, que excita a la masa o que convierte a la gente en masa, debe ser objeto de rigurosa crítica social. En este contexto
de organización y funcionamiento del deporte espectáculo, Velázquez (2001) indica
que el deporte popular se ha configurado miméticamente adoptando las mismas formas de práctica,
rituales, valores, recompensas etc; por tanto, la práctica
popular del deporte,
de la mano de instituciones públicas y privadas,
ha reproducido y legitimado la ideología dominante, valores, estructuras y desigualdades sociales y económicas de
las sociedades industriales. Mandell (1986) señala que no puede señalarse que el deporte
moderno haya llevado
bienestar a las masas, ni solidaridad entre pueblos y culturas, que haya
eliminado el racismo y el sexismo o que aporte un
referente ético y moral a la ciudadanía
Romero (2003) indica que la Organización Mundial
del Comercio parte de una concepción mercantil
de la cultura. Más allá de las perspectivas humanistas y antropológicas, para
el Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios, la cultura es otro producto
objeto de mercado.
Toda política pública
tendente a regular
o proteger la producción
y prestación de servicios culturales es susceptible de ser considerada hostil
al comercio mundial.
4. CONCLUSIONES
Aunque parezca utópico
y un poco romántico en la economía
neoliberal actual, debemos luchar por recuperar el
paradigma de actividad física y deportiva orientada a la promoción de la salud. Según Barreau y Morne (1983), hay que
diseñar una perspectiva humanista de
la práctica deportiva que nos permita separarla de las diversas alienaciones ideológicas y económicas que la
deshumanizan. Los educadores físico-deportivos debemos ser unos activistas del cambio social para contribuir a través
del desarrollo intelectual, de la libre
conciencia, a la creación de un mundo menos ignominioso en el cual la actividad
física no sea el instrumento más
primitivo para la supervivencia, el enfrentamiento, la descarga laboral,
sino como consecuencia de una auténtica
sociedad del bienestar. Nuestro conocimiento de la motricidad y el fenómeno
deportivo no sólo debe quedarse
en planteamientos científico-técnicos debemos reconsiderar los aspectos antropológicos y sociales que rodean al fenómeno deportivo con el fin de abordar
una educación auténticamente
integral, así evitaremos convertirnos en unos tecnólogos del deporte. Sólo existirá
deporte para todos cuando concurran
las circunstancias éticas,
sociales y económicas que permitan una libre conciencia y un auténtico
tiempo libre personal. En suma, el deporte es un auténtico
atesoro cultural e instrumento insustituible para la promoción de la salud, por tanto, debe
organizarse desde una perspectiva proteccionista sobre las
perversiones del comercio.
BIBLIOGRAFÍA
AMABLE, M; BENACH, J Y GONZALEZ,
S. (2001). La precariedad laboral y su repercusión sobre la salud: conceptos y
resultados preliminares de un estudio
multimétodos. Arch Prev
Riesgos Labor, 4
(4): 169-184.
AMABLE, M; BENACH, J. (2000). La precariedad laboral.
¿ Un nuevo problema de salud pública?. Gac
Sanit, 14 (6): 418-421.
ATUVE, E. (2000). Proposición de análisis socio-histórico del deporte en América Latina. Perspectivas teórico-prácticas para la construcción de una alternativa lúdico-deportiva latinoamericana. http://www.efdeportes.com/. Año 5, 27.
BARREAU, J.J.; MORNE, J.J. (1991). Epistemología y antropología del deporte. Madrid. Alianza.
BORDIEU, P. (1993). Deporte y clase social. En Brohm, J.M. Materiales de sociología del deporte. Madrid. La Piqueta.
·
CAGIGAL.J. M.(1990). Deporte y agresión. Madrid.
Alianza Deporte.
FRAILE, A. (1999). Perspectiva crítica de una experiencia de deporte escolar. En: II Jornadas
andaluzas de sociología del deporte.
Málaga. IAD.
· GARCÍA FERRANDO, M; PUIG N Y LAGARDERA
F. (2002). Sociología
del deporte. Madrid. Alianza Editorial.
· MANDELL, R.D. (1986). Historia cultural
del deporte. Barcelona. Bellaterra.
· OCHANDO, C. (1999). El Estado del bienestar. Barcelona. Ariel.
· OJEDA, A. (1993). Estado social
y crisis económica.
Madrid. Ed. Complutense.
· PETRAS, J (2000). La condición humana en el nuevo milenio:
Barbarie o Liberación. http://www.rvpraxis.hpg.
· PETRAS, J (2002). Los perversos efectos
psicológicos del capitalismo salvaje. http://www.rebelion.org.
· PUENTE OJEA. (1999). La conciencia libre, fundamento de los Derechos
Humanos. Iniciativa socialista.
RICARDO (2000). Deporte, medios y periodismo. http://www.efdeportes.com/. Revista Digital.
Año 5, 26.
ROMERO, C. (2003). La OMC y la privatización de los servicios
culturales. http://www.rebelion.org
URRIZA, CM Y ZARAPUZ, L (2001). Cuadernos de información sindical: los retos del empleo y el paro en España tras
la cumbre de Barcelona. Madrid. Confederación sindical
de CCOO.
VÁZQUEZ MONTALBÁN (1993). Del gran inquisidor al gran consumidor. Conferencia en el ciclo de Medios de comunicación y tercer mundo. htpp:// www.vespito.net.
VELAZQUEZ, R. (2001). Acerca de la
popularización del deporte y de los nuevos deportes. http://www.efdeportes.com/. Revista Digital.
VIZUETE, M. (1999). La Educación
Física, el deporte y el poder político en el diálogo Norte-Sur. En:
Actas del Primer Congreso Internacional de Educación Física. Jerez: Fondo Editorial de Enseñanza.
· ZIEGLER, J (2003). Los nuevos amos del
mundo. Barcelona. Destino.
Estimado compañero, qué decir de un tema que lo vivimos a diario; a mis deportistas solía decirle que no creyeran en mitos, héroes o dioses, si no en la realidad de la vida, la frase no es mía, es de un premio Nobel de Física, y lo hacía para que pensasen en la realidad, muy mediatizada por eso que llamamos Economía de Mercado, sin embargo soy consciente que algunos de ellos se dejaron arrastrar por lo símbólico y la posibilidad de trascender, aunque fuese momentánea, eso es lo que nos puede aportar el triunfo, pero no lo más de 300 millones de euros que van a ganar como colectivo, tenemos que tenerlo presente, porque mañana amanece, qué no es poco.
ResponderEliminar