SI "ESPAÑA" GANA (LA EUROCOPA) ¿TÚ QUÉ GANAS? ¿ELLOS QUÉ GANAN?


     Me sirvo para esta entrada de una comunicación que presenté en el año 2005 a un congreso internacional de ciencias del deporte. Han pasado ya 20 años, pero otros humanistas y pensadores, mucho tiempo atrás, como Cagigal o Vázquez Montalbán, ya anunciaban la utilización del deporte y su degradación con fines ideológicos y mercantiles. Y es que lo maravilloso del deporte es su práctica, nunca, jamás, superará el espectador al deportista en beneficios y ganancias...Ciertamente, la contemplación del deporte de élite es apasionante, si entendemos éste como un ejercicio artístico que provoca una intercomunicación entre el artista y su obra con el espectador, una emotividad efímera que cesa a las pocas horas del hecho deportivo. Emotividad que en este caso se ve sobredimensionada por el carácter agonístico y de enfrentamiento de este fenómeno artístico, el deporte, y por el comportamiento gregario o sectario de los aficionados. No pasa lo mismo cuando se contempla una obra de Goya o Velázquez, por mucho que a un espectador y al otro le gusten de manera diferente ambos pintores. Como decía Aristóteles, la virtud está en el término medio, disfrutar, emocionarse y alegrarse por la contemplación del espectáculo artístico (deportivo) e incluso cierta exacerbación del ánimo si nuestro equipo gana, es legítimo y saludable. Pero, la sobreexposición al espectáculo deportivo, teniendo en cuenta que su uso ideológico y sus resultados políticos y mercantiles favorecen y enriquecen a pocos, muchos de los cuales actúan como auténticos victimarios de la sociedad civil, y por contra, no provoca ganancia al espectador, más allá de la emotividad paroxística de las 24 horas antes y después del evento, afianza las pérdidas del espectador, pérdida de capacidad crítica, de rebeldía, de raciocinio, de capacidad deliberativa, de alteridad, además, el espectador no suele ser practicante de deporte, eso sí, la sobreexposición a este espectáculo político-deportivo da una "gran miserable ganancia", el nihilismo de la masa. Os dejo el escrito (disculpen el paso defectuoso del PDF del artículo a Word).


GLOBALIZACIÓN, CAPITALISMO Y DEPORTE

 

Pedro Ángel Latorre Román

 

Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Universidad de Jaén

 

Resumen: Lo que hoy en día define al deporte es su carga ideológica, así, la primera acción  que se lleva a cabo a la hora de valorar el deporte como elemento de poder es desposeerlo de su finalidad educativa y administrarle el carácter de actividad mercantil. En la llamada globalización asistimos a un proceso de transnacionalización deportiva que mantiene como paradigma ideológico al deporte espectáculo. La lógica entre práctica deportiva y bienestar social es desvirtuada cuando el ocio y el tiempo libre es un valor mercantil. Los educadores físico-deportivos debemos ser unos activistas del cambio social, para contribuir a través del desarrollo intelectual, de la libre conciencia, a la creación de un mundo menos ignominioso en el cual la actividad física no sea el instrumento más primitivo para la supervivencia, el enfrentamiento, la descarga laboral, sino como consecuencia de una auténtica sociedad del bienestar

  Palabras Clave: Globalización, capitalismo, deporte, bienestar.

 

1.  ASPECTOS GENERALES DEL DEPORTE GLOBALIZADO.

 Hoy en día, el deporte ha alcanzado un valor polisémico: Deporte para todos, deporte de base, recreacional, competitivo, profesional, todos estos ámbitos de actuación se interrelacionan entre sí a través de diferentes estructuras sociales, políticas y económicas. Una de las características que definen la práctica deportiva es su fin en sí misma, su gratuidad y altruismo en su desarrollo, que generan el encuentro humano positivo. Para Pierre de Coubertin el deporte, el Olimpismo, representaba una manera nueva de concebir las relaciones humanas, una manera de luchar por la paz, la solidaridad, la tolerancia…Vizuete (1999) indica que lo que hoy en día define en parte al deporte es su carga ideológica y la posibilidad de instrumentarla por su gran capacidad de convocatoria de masas. La Educación Física y los deportes presentan un significado social, cultural y político ineludible en los países desarrollados como referente del progreso y el bienestar. Sin embargo, como señala Vizuete (1999), la Educación Física y las actividades que engloba, promovidas y posteriormente manipuladas políticamente, pueden enmascarar tanto sistemas políticos como niveles de calidad de vida, promocionando una imagen política irreal y adaptada a medida de las necesidades de sus promotores.

 Citando a Barreau y Morne (1991), “los esfuerzos de Pierre de Coubertin para crear una Pedagogía Deportiva humanista han fracasado”. El deporte amateur ha sucumbido ante el saqueo capitalista. El deportista es el instrumento de la ganancia y el espectador el gran consumidor arengado mediante estímulos patrióticos y sectarios. Ricardo (2000) indica que la globalización del deporte ha creado riqueza para un pequeño grupo de instituciones y mass media, así, en la búsqueda de mercado, los valores culturales y democráticos van perdiendo protagonismo; el proceso de globalización y comercialización presiona a los periodistas para servir a intereses comerciales, reforzando la concentración de poder en determinados medios y organizaciones deportivas. Además, la profesionalización del deporte en beneficio del consumo y del espectáculo ha sido un nuevo escaparate para agudizar las diferencias entre los países y la fractura social. El fútbol es la insignia de este delirio del deporte espectáculo.

    Uno de los aspectos de la práctica deportiva competitiva actual se centra en el modelo meritocrático que organiza una política de premios y medallas como refuerzo del sistema competitivo, en este sentido, los medios de comunicación de masas y la publicidad ensalzan al ganador y ocultan y se ignora la derrota, el perdedor, el abandono deportivo, las lesiones, falseándose la realidad (Fraile, 1999). Además, se ensalza un modelo masculino elitista, así, la presencia del deporte femenino en los medios de comunicación es prácticamente insignificante. Se utiliza un modelo piramidal de iniciación deportiva que favorece la segregación y el abandono deportivo. Mediante el apoyo al deporte de elite se intenta hacer creer a la ciudadanía, que se generan participantes, sin embargo, en gran medida lo único que se genera son espectadores. Por tanto, y según Vizuete (1999), la primera acción que se lleva acabo a la hora de valorar el deporte como elemento de poder es desposeerlo de su finalidad educativa y administrarle el carácter de actividad mercantil. Toda esta situación impacta lógicamente en la subjetividad del profesional de la actividad física y el deporte que es capaz de hacer sucumbir su capacitación profesional y pedagógica ante la inercia mediática y social del sistema económico y político. Así, se realizan verdaderas aberraciones en el entrenamiento con los niños. Es realmente un problema sanitario encontrar a niños operados de osteopatía de pubis, condromalacias rotulianas,... lesiones todas ellas degenerativas, o en su caso, niños con ansiedad y estrés competitivo, frustración y sobresaturación deportiva. Según Atuve (2000) la institución deportiva se expande en el mundo entero (con el Comité Olímpico y Federaciones Deportivas), en la misma medida que se impone el capitalismo industrial como organización socio-económica dominante mundial. En la llamada globalización asistimos a un proceso de transnacionalización deportiva que imprime al deporte entre otras las siguientes características: La configuración de una vasta macro-organización mundial muy poderosa, económicamente muy fuerte y dotada de una legislación y funcionamiento jurídico independiente de los Estados nacionales, pero muy influenciada por las principales potencias deportivas mundiales que también lo son en lo económico, político, militar, etc. La conversión del deporte en una de las principales industrias del espectáculo, del entretenimiento y de canalización del tiempo libre. La aplicación de la ciencia y la tecnología. La progresiva desaparición del llamado deportista "aficionado". La indiferenciación entre la Organización Deportiva Mundial y la empresa del espectáculo deportivo

 2.  DEPORTE Y SOCIEDAD DEL BIENESTAR

 Los conceptos calidad de vida y sociedad del bienestar han ido acuñados en la sociedad capitalista. Es una entelequia concebir una sociedad del bienestar para todos en un sistema de producción capitalista; hablar de sociedad del bienestar es agudizar la fractura social en una sociedad acuciada por el desempleo, la precariedad laboral, la pobreza, y, sobre todo, teniendo en cuenta la progresiva privatización de servicios básicos como la sanidad, la seguridad y la educación. En todo caso, Ojeda (1993) indica que “mientras el Estado liberal proporciona seguridad jurídica a los individuos, el Estado Social, además, debe proporcionar seguridad frente al paro, la jubilación, la vivienda, la enfermedad...” por lo que siguiendo a Ochando (1999) una de las características del nuevo Estado del bienestar será la extensión de la política social a las clases medias y a otros campos del bienestar social. Todo ello, implica un intervencionismo del estado para proteger determinados valores sociales básicos que garanticen la igualdad de oportunidades. Esta idea, en una economía capitalista no deja de ser un tanto romántica, como romántico es recuperar el paradigma de deporte para todos. Ochando (1999) destaca también en la interpretación marxista del Estado del bienestar que la supervivencia del sistema capitalista sólo es posible por el intervencionismo de los estados que legitime política y socialmente este modelo de producción. En este sentido, el Estado de bienestar no tiene efecto sobre la equidad, ya que como destacaba Marx, una distribución equitativa de los bienes sólo es posible por una reestructuración radical de las relaciones sociales de producción. Por tanto, el Estado intervencionista es el escenario en donde se dirimen las contradicciones económicas y sociales del capitalismo, convirtiéndose en receptor de demandas sociales, mercantilizándose la política.

    La precariedad laboral la definen Amable y cols (2001) como un constructo conceptual que une la temporalidad, la vulnerabilidad, el nivel salarial y la protección social. La precariedad laboral es una realidad en la “sociedad del bienestar” occidental. Según cifras de la OCDE aportadas por Jean Ziegler (2003), en la Unión Europea hay en estos momentos 50 millones de pobres y 17 millones de desempleados (más del 8% de la población activa total). En los países industrializados 100 millones de personas viven por debajo del umbral de la pobreza. En 2001 en Inglaterra sólo un trabajador de cada seis tenía trabajo estable y a tiempo completo. En Alemania sobre el 30% de las empresas pagan salarios inferiores al mínimo interprofesional. Amable y Benach (2000) señalan que en España se ha permitido e incentivado un incremento del empleo temporal desde el 15% en 1987 al 35.3% en 1995. La temporalidad en España según CCOO es acuciante en los jóvenes, así, el 50% de los trabajadores menores de 30 años son temporales, además, uno de cada cuatro de estos jóvenes está en paro. La tasa de temporalidad en España está por encima 19 puntos de la media de Europa y se asocia a una alta rotación laboral lo que incrementa la precariedad laboral. España ofrece el caso más penoso, con los índices de paro y empleo temporal más elevados de toda la Unión Europea (la tasa de temporalidad en el año 2000 se situaba en el 32’1%, frente al 15,1% de media de la UE, el 12’7% de Alemania y el 6’7% del Reino Unido). Petras (2002) señala que el trabajo, organiza nuestras vidas, costumbres diarias, el ocio, el nivel de vida y nuestra vida familiar; la pérdida del trabajo altera la vida cotidiana lo que puede dar lugar a patologías metales como la depresión crónica, ideas suicidas, rupturas familiares, malos tratos, comportamientos antisociales, etc. Por tanto, la pérdida del empleo o los salarios de miseria dan lugar al colapso del estilo de vida

     Teniendo en cuenta que la actividad física y el deporte es un elemento fundamental en el desarrollo del paradigma de la sociedad del bienestar y la calidad de vida, en una sociedad neoliberal en la que el deporte se convierte en un bien de consumo, su valor como elemento de promoción de valores saludables, sociales, etc, es sustituido por valor mercantil. Pero,

    ¡Cómo es posible inculcar valores deportivos a una ciudadanía cuyo soporte de bienestar es una estabilidad económica garantizada y una jornada laboral que no aliene al trabajador!. Cómo invitar a mi vecino, cercano a los 40 años, con sobrepeso, a que realice deporte, cuando tiene una jornada laboral cercana a las 60 horas semanales, si apenas tiene tiempo para ver a su familia. Cómo se pueden respetar los criterios de prescripción de un ejercicio físico saludable para una masa social importante, cuando sólo pueden realizar deporte una vez a la semana y, además, su salario es tan exiguo que no les permite abordar la compra del material deportivo adaptado sus características. El ansiado tiempo libre de la ilusoria sociedad del bienestar, no es tal sino un escenario más para el consumo, la descarga y la recuperación del trabajo. En este sentido, Bordieu (1993) significa que el hábito de práctica deportiva está íntimamente relacionado con el atesoro económico, cultural y de tiempo libre de la ciudadanía.

     

    Las posibilidades del deporte como convocador de masas, aglutinador de intereses y como elemento de desarrollo económico, ha creado los llamados barones del deporte, sujetos que ajenos a los fines altruistas, educativos y culturales que dicen perseguir, hacen presencia en la vida pública controlando el deporte espectáculo, organizan empresas, relaciones, influencias... lo que les permite manejar grandes cantidades de dinero en beneficio propio, todo ello, a través de un complejo entramado de relaciones de servilismo, relaciones políticas y de la vida de los negocios (Vizuete, 1999). El deporte, es por tanto hoy en día mercancía de gran rentabilidad económica, así los intereses divulgativos y educativos han sido sustituidos por intereses comerciales. Ricardo (2000) señala que el deporte competitivo resulta de una industria de billones de dólares basada en la cooperación entre mass media, espónsor y autoridades deportivas. Multinacionales deportivas, con espíritu de ONG, saquean el Tercer Mundo en busca de talentos-mercenarios deportivos. La planificación económica de los grandes eventos deportivos se ha realizado sobre la base de una mayor rentabilidad económica lo que permita ingresar año tras año las mayores divisas a las televisiones y marcas publicitarias (Vizuete, 1999).

 Por otro lado, la devastación medioambiental es una realidad intrínseca al neoliberalismo y a la globalización. En este sentido, el deporte es un elemento favorecedor. García Ferrando y cols (2002) señalan que las últimas investigaciones destacan que las prácticas físico-deportivas suponen una importante amenaza al ecosistema ambiental donde se desarrollan.

 Pero en el capitalismo lo más importante es participar, lógicamente, del espectáculo deportivo y del consumo visceral que genera, incluso la participación deportiva es inmensamente loable e imprescindible, ya que es el otro yacimiento del consumo. La mayor parte del material deportivo se devalúa de un año para otro, bendito desarrollo tecnológico, pero a qué deportista amateur o recreativo le beneficia eso.

 3.  DEPORTE, EDUCACIÓN Y CULTURA

    El deporte es un derecho del ser humano consagrado en la Carta Internacional de la Educación Física y el Deporte y de la UNESCO. La educación es el instrumento imprescindible de la sociedad civil para garantizar su desarrollo armónico y justo. La educación y la información son el elemento que permite a los pueblos adquirir una conciencia libre. Como señala Vázquez Montalbán (1993), los Mass Media tienden a imponer el referente del triunfador social histórico, que se atesora en el individuo del Norte (Gran Consumidor). En parte y atendiendo a Puente Ojea (1999), esta situación potencia el proceso de regresión de la conciencia al primitivismo de épocas que creíamos definitivamente canceladas. La creciente acumulación capitalista en su fase de intensa concentración del capital financiero, que crece exponencialmente, no es ajena a la recaída en concepciones mítico-religiosas que se transforman en mercancías en el mercado del ocio, la evasión y el entretenimiento y fomentan solamente la razón en sus funciones tecnológicas e instrumentales. El último reducto posible de la libertad, la mente, está siendo también colonizada por el imperio mediático al servicio del poder y el dinero en su designio de transformar a la especie humana en un rebaño obediente y conformista con los intereses de una explotación anónima que ya no conoce fronteras. Esto entronca también en el fenómeno deportivo actual, a falta de identidad personal, de frustración y resentimiento socio-laboral (bournout), las asociaciones y clubes deportivos son el balneario donde sublimar instintos más profundos, el espectáculo deportivo un escenario imprescindible del sistema para adormecer a la masa y dar la sensación que pertenece también a un grupo de triunfadores. Así y según James Petras (2000), el nuevo imperialismo no sólo esclaviza los cuerpos de sus súbditos sino que, además, trata de inculcar un servilismo a sus mentes; la cultura imperial es el consumo a gran escala, la producción y distribución de bienes culturales que atomizan y fragmentan colectividades al crear comunidades virtuales, que están separadas de sus realidades sociales. Los espectáculos son circos pero sin el pan. Por tanto, la cultura de masas disfraza y hace más profunda las desigualdades abismales que acompaña al control oligárquico total.

     García Ferrando y cols (2002) indican que la omnipresente y creciente preferencia del deporte espectáculo y profesional en los mass media unido al gran desarrollo del consumismo deportivo está produciendo un rechazo de la cultura deportiva a grupos muy amplios de la ciudadanía. Además, las personas con menos estudios y de estratos económicos modestos, apenas han mejorado o incluso han reducido su práctica deportiva en esta última década. Discrepo en esta ocasión de García Ferrando y cols (2002), al considerar que la tardía incorporación al trabajo de los jóvenes fruto del desempleo se puede considerar, al igual que el tiempo de la jubilación como marco adecuado para la vivencia del ocio. El ocio es el paradigma de la sociedad del bienestar y sin duda, el estado de desempleo dista radicalmente de este concepto social. En este sentido, considerar el ocio y la práctica deportiva como un bien de consumo en manos de empresas, muchas de ellas trasnacionales, es otro distintivo capitalista que favorece la fractura social. Considerar el deporte y el ocio como bien de consumo es abordar directamente su instrumentalización mercantilista que nos pone de nuevo en la esfera de la depredación capitalista. Siguiendo a Jean Ziegler (2003), en numerosos estados occidentales, los medios de transporte público y las telecomunicaciones están privatizadas, una segunda oleada de privatizaciones se prepara y afectará a las escuelas, universidades, hospitales, prisiones y muy pronto a la policía. Por tanto, un Estado que desmantela sus servicios públicos más esenciales voluntariamente y transfiere al sector privado las tareas de interés colectivo, según la ley de maximilización de los beneficios se constituye en un Estado en quiebra. Por tanto, una economía que ensalza la competencia individual, la precariedad del empleo, la determinación salarial según el merito...es una economía que genera angustia. La privatización del estado destruye la libertad del hombre, aniquila la ciudadanía.

     Los supuestos valores sociales y morales presuntamente adjudicados de manera inherente al deporte: solidaridad, honestidad, respeto, tolerancia, disciplina, adquisición de roles sociales...hoy en día se derraman en su inconsistencia dentro del modelo meritocrático y plutocrático del deporte espectáculo capitalista. Como señala Cagigal (1991), la comercialización del espectáculo deportivo no es peligrosa porque atente contra valores espirituales del deporte, sino porque convierte al espectáculo deportivo en producto de venta, con lo que pasa a convertirse en producto que necesariamente debe ser consumido; por tanto, no el espectáculo deportivo sino este espectáculo deportivo al que asistimos, convertido en hecho trascendental, avasallador, que excita a la masa o que convierte a la gente en masa, debe ser objeto de rigurosa crítica social. En este contexto de organización y funcionamiento del deporte espectáculo, Velázquez (2001) indica que el deporte popular se ha configurado miméticamente adoptando las mismas formas de práctica, rituales, valores, recompensas etc; por tanto, la práctica popular del deporte, de la mano de instituciones públicas y privadas, ha reproducido y legitimado la ideología dominante, valores, estructuras y desigualdades sociales y económicas de las sociedades industriales. Mandell (1986) señala que no puede señalarse que el deporte moderno haya llevado bienestar a las masas, ni solidaridad entre pueblos y culturas, que haya eliminado el racismo y el sexismo o que aporte un referente ético y moral a la ciudadanía

 Romero (2003) indica que la Organización Mundial del Comercio parte de una concepción mercantil de la cultura. Más allá de las perspectivas humanistas y antropológicas, para el Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios, la cultura es otro producto objeto de mercado. Toda política pública tendente a regular o proteger la producción y prestación de servicios culturales es susceptible de ser considerada hostil al comercio mundial.

 4.  CONCLUSIONES

     Aunque parezca utópico y un poco romántico en la economía neoliberal actual, debemos luchar por recuperar el paradigma de actividad física y deportiva orientada a la promoción de la salud. Según Barreau y Morne (1983), hay que diseñar una perspectiva humanista de la práctica deportiva que nos permita separarla de las diversas alienaciones ideológicas y económicas que la deshumanizan. Los educadores físico-deportivos debemos ser unos activistas del cambio social para contribuir a través del desarrollo intelectual, de la libre conciencia, a la creación de un mundo menos ignominioso en el cual la actividad física no sea el instrumento más primitivo para la supervivencia, el enfrentamiento, la descarga laboral, sino como consecuencia de una auténtica sociedad del bienestar. Nuestro conocimiento de la motricidad y el fenómeno deportivo no sólo debe quedarse en planteamientos científico-técnicos debemos reconsiderar los aspectos antropológicos y sociales que rodean al fenómeno deportivo con el fin de abordar una educación auténticamente integral, así evitaremos convertirnos en unos tecnólogos del deporte. Sólo existirá deporte para todos cuando concurran las circunstancias éticas, sociales y económicas que permitan una libre conciencia y un auténtico tiempo libre personal. En suma, el deporte es un auténtico atesoro cultural e instrumento insustituible para la promoción de la salud, por tanto, debe organizarse desde una perspectiva proteccionista sobre las perversiones del comercio.

 BIBLIOGRAFÍA

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Comentarios

  1. Estimado compañero, qué decir de un tema que lo vivimos a diario; a mis deportistas solía decirle que no creyeran en mitos, héroes o dioses, si no en la realidad de la vida, la frase no es mía, es de un premio Nobel de Física, y lo hacía para que pensasen en la realidad, muy mediatizada por eso que llamamos Economía de Mercado, sin embargo soy consciente que algunos de ellos se dejaron arrastrar por lo símbólico y la posibilidad de trascender, aunque fuese momentánea, eso es lo que nos puede aportar el triunfo, pero no lo más de 300 millones de euros que van a ganar como colectivo, tenemos que tenerlo presente, porque mañana amanece, qué no es poco.

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