NARCISISTAS MESIÁNICOS, COBARDES PELIGROSOS. MICRORRELATO ACERCA DE LA SINIESTRA IZQUIERDA POSMODERNA

 


¿Un cobarde puede ser peligroso? En los tiempos posmodernos sí. Y es que como bien señalan Diego Fusaro, Adriano Erriguel; Carlos X Blanco, etc…, filósofos con ínfulas marxistas, la izquierda posmoderna: arcoíris, feminista, multicultural, interseccional,  ecologista (caléntologa), no binaria, separatista…, es la superestructura necesaria, a nivel cultural, para que, en perfecta armonía con la estructura económica, liderada por la “derecha sistémica”, se imponga el nuevo orden mundial. La izquierda que ladra contra el fascismo en ausencia del fascismo real y la derecha que maúlla contra el comunismo en ausencia de comunismo real, mismos perros con distinto collar al servicio del turbo-capitalismo neoliberal más atroz. La izquierda posmoderna española, una izquierda indefinida como describiría Gustavo Bueno, a la que le han definido la hoja de ruta la élite globalista financiera, y que su más grotesca concreción la encontramos en el ministro de la Agenda “criminal globalista” 2030, el “podemita” Pablo Bustinduy. Una colección patética de “Sumar” traidores, que, al renunciar al sempiterno materialismo dialéctico, a la lucha de clases, a la defensa de los derechos civiles, esencialmente económicos, y, sustituirlos por derechos irrisorios (como se expresara en la Internacional): matrimonio gay, cambio de sexo, aborto libre…, se han convertido en una caterva de miserables al servicio del nuevo orden mundial, liderado por élites financieras plutocráticas. A su servicio, y bajo el paraguas de la interseccionalidad, han "horizontalizado" el conflicto mediante sus políticas de identidad, enfrentando a hombres contra mujeres, blancos contra negros, vacunados contra puras sangre, inmigrantes contra autóctonos, ateos contra creyentes, homosexuales contra heterosexuales, andaluces contra catalanes…, atomizando la sociedad en mónadas individuales indefensas, sin cohesión cultural, social, familiar, personal y nacional, expuestos a la manipulación de las élites de turno a través de sus terminales mediáticas, pseudo-culturales, educativas, sanitarias, y de todo pelaje.  Son la peor calaña del espectro político, ya que, al servicio de los amos del mundo, han despistado y ofuscado a la población acerca del auténtico enemigo, las élites financieras internacionales del capitalismo del desastre. La superestructura cultural que han cocinado, una especie de superchería religiosa posmoderna, es tan desoladora y pavorosa, que realidades indiscutibles como que el sexo es binario, han sido capaces de deconstruirla. El ser humano, sin referencias tangibles, se expone a la intemperie de la desolación y de la manipulación, instaurando el nihilismo social necesario para la consolidación del nuevo poder omnímodo transnacional. La nueva casta política, en la que encontramos a la izquierda arcoíris, niños pijos consentidos, sin oficio ni beneficio, encuentra su soporte popular (vecinos de tu propio barrio) en otra legión de iletrados sectarios, narcisistas mesiánicos, clases medias en proceso de pauperización, jubilados desnortados y mucho, mucho arribista…, que enarbolan las banderas arcoíris, de Palestina, de la igualdad, contra la violencia de "género", la paz y la resiliencia, de la lucha contra el falso cambio climático, contra el racismo y a favor del multiculturalismo y la tolerancia; pero que imponen de manera férrea y avasalladora la cultura de la cancelación y el desprecio a los que no piensan como ellos. En el fondo son revolucionarios de salón, acomodados en los despojos que les ha dejado la fracasada sociedad del bienestar. Aburridos y cobardes que se concentran, se manifiestan o escriben en sus redes sociales palabras elocuentes de apoyo a todo un elenco de víctimas ficticias, minorías atomizadas que ellos han ayudado a crear. Y son abyectos cobardes, ya que, ante el enemigo real, como pudimos comprobar en la falsa y criminal pandemia, orquestada por las élites plutocráticas, fueron los primeros en enfundarse el bozal, ponerse en fila para ser envenenados, actuaron como policías de balcón y aceptaron con benevolencia todas las medidas draconianas y criminales contra los derechos y libertades esenciales, aplaudiendo a las 20h a sus victimarios. Son cobardes y peligrosos porque representan la súper-estructura cultural del gobierno globalista criminal, imprescindible para el nihilismo, la "idiotización" y la fractura social, en suma, para el sometimiento total. Es necesario re-verticalizar el conflicto, recuperar la conciencia de clase mundialmente depauperada, no solo en lo económico, también moralmente y culturalmente, y hacer un nuevo frente colectivo contra los que quieren imponer el fin de la historia del globalismo y la mundialización, y entre ellos está la izquierda cobarde, mesiánica y traidora.

Pedro Ángel Latorre Román


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