EL BANQUETE
Mi
idea de forma de gobierno tras el análisis retrospectivo de la historia y su
devenir circular, a modo del circulo vicioso de la corrupción de Platón en “La
República”: de Aristocracia a timocracia, de oligarquía a democracia y de ésta
a tiranía…, me quedaría con el gobierno de los sabios, de los virtuosos que gobernarían
no con las pasiones e intereses personales sino con la virtud. Ciertamente, mi
imagen de Estado no tiene nada que ver con el liberalismo, más bien con el
concepto anarquista de Estado mínimo o miniarquia, que garantice los elementos
esenciales de la vida humana en el territorio dado. Nada que ver con el turbo-capitalismo
neoliberal en el que vivimos que todo lo convierte en mercancía, imagínense los
vientres de alquiler, denominados de manera eufemística gestación subrogada. En
este sentido, lo más despreciable del sistema capitalista en el que vivimos es
la conversión de la salud, los cuidados y la dignidad humana en una actividad mercantil.
Por tanto, en un estado neoliberal mundialista, en el que las grandes
decisiones las toman oligarquías financieras en la sombra, al margen de los
estados nacionales y de la soberanía popular, los políticos deberían
desaparecer y la mayor parte de la maquinaria del Estado, ya que, en realidad,
no cumplen con el cometido para el cual fueron elegidos, uno de ellos, el
mandato constitucional (art. 43 de la Constitución) de proteger la salud.
Pues
bien, hablemos de lo que nos ocupa hoy, el símil del banquete, no el de Platón,
más bien el banquete postmoderno de los arribistas. Imaginen que, en su pueblo,
una empresa privada, inaugura un centro de salud y cuidados a personas mayores,
una inversión de esta naturaleza, solo se puede justificar, no por la vocación
mesiánica de ayuda a los más desfavorecidos, más bien porque hay negocio y esto
intrínsecamente representa el fracaso de la acción política, que debería
garantizar que la salud y los cuidados elementales no estuvieran sometidos a
actividad mercantil y en consecuencia beneficiase solo a quien se la pueda
pagar. Pues bien, inauguran el centro PRIVADO, y asisten un elenco de políticos
y arribistas de diferente pelaje, de todo signo político (a la postre son todos
iguales) no solo de su localidad, también de toda su provincia, se fotografían
y desfilan por su localidad como la nueva nobleza, con sus mejores trajes, y
son agasajados por los empresarios con diferentes manjares. Los interrogantes son
varios:
¿Cómo
es posible que los políticos hagan alarde de su fracaso en su acción pública y promuevan
con su presencia iniciativas privadas, legítimas para los empresarios, pero
impropias de un gobierno democrático y social?
¿El
viaje y dietas de los políticos que no son de la localidad, y asistieron a este acto
privado, se paga con dinero público?
Que
reciban los políticos agasajos por parte de un grupo empresarial y en el
contexto de facilitar la iniciativa privada, de manera indirecta, por inacción
a la hora de prestar el servicio público al que deberían estar obligados, ¿Se puede considerar cohecho?
Pero, ¿Realmente estas cosas pasan en la realidad?
LA
REALIDAD SUPERA LA FICCIÓN. POCO NOS PASA.
Me he extendido demasiado, prometo en los próximos escritos de “Breves
historias para no dormir” dejarlo en 15 a 20 líneas.
Pedro A Latorre Román
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