LOS PRIVILEGIADOS Y REACCIONARIOS QUE SE PUEDEN VER EN SEMANA SANTA
Las celebraciones de la Semana Santa, más allá del
respeto ineludible a los sentimientos religiosos de los que así los lleven “por
dentro”, no dejan de ser un escaparate magistral de las contradicciones
personales y sociales. ¿Qué sería de esta celebración sin su parte folclórica,
artística y pagana? Cuando la Semana Santa se convierte en un reclamo turístico,
en una actividad mercantil ¿Mantiene su carácter sacro? Y si esto es así, ¿No
es toda esta dramaturgia un solemne ejercicio de hipocresía, infantilismo e
inmoralidad? Pero bueno, allá cada cual. Visto desde el punto de vista folclórico,
artístico y tradicional, unido a las fechas de su celebración, inicios de la
primavera, sol, bares, amigos y vacaciones, la Semana Santa cautiva.
Pero, además, a mí me sigue asombrando, que independiente
del acto estrictamente religioso que se pueda interpretar de la representación
de la Pasión de Cristo en las calles, se pueden observar en la gran mayoría de
pueblos y ciudades, gestos y actos de un marcado carácter reaccionario. Y es
que en las representaciones penitenciales podemos identificar de manera
mimética la misma estructura estamental del Antiguo Régimen, los privilegiados:
la nobleza y el clero y los no privilegiados: el estado llano.
Pero dejemos al clero al margen, ya no representa un poder fáctico. La plebe sigue desempeñando la misma función de sumisión, ahora incluso con mascarilla. Aunque no es menos cierto, que en estas representaciones penitenciales, como dice mi amigo Julio, también se ponen de manifiesto las jerarquías de la plebe: las cofradías de los pobres o de los ricos.
La nueva nobleza contemporánea es la casta política que
goza, incluso a nivel local, de ciertos privilegios (indaguen en su localidad
sobre los privilegios de sus ediles). Esta nobleza postmoderna, al igual que la
del Antiguo Régimen, muestra una jerarquía nobiliaria, desde el iletrado
arribista del municipio más pequeño a la corte de Reyes, Duques, Marqueses y demás
caciques que administran los territorios mayores (se llaman ellos mismos, los barones
territoriales, un gesto simbólico que ilustra su verdadera vocación de señores
feudales). Todos ellos tienen privilegios, desde tener entradas gratis a los
toros de las fiestas locales del pueblo más pequeño al aforamiento de los altos
jerarcas. Incluso derechos honoríficos propios de los nobles del Antiguo
Régimen, derecho a llevar coche
oficial, escolta o a la posesión de lugares reservados en diferentes actos
públicos. Estos derechos honoríficos, un símbolo reaccionario de dominación, se
pueden visionar en las representaciones penitenciales
de Semana Santa. Políticos de cualquier ideología (a la postre son todos los
mismos, arribistas pro-sistema) asumen sin pudor ni sonrojo, su lugar
privilegiado en estas procesiones, con su vara de mando y en perfecta comunión
con el clero, desfilan, escoltados por fuerzas de seguridad del Estado Feudal postmoderno.
A este respecto, debo hacer otra observación que ilustra otra de las
contradicciones de las representaciones penitenciales, el Cristo de la paz y
del amor al prójimo acompañado y escoltado con hombres que portan fusiles y
ametralladoras.
Para resumir, la casta política, de la cual, la parte más
abyecta y reaccionaria es la falsa izquierda postmoderna, asume su gracia
divina y se sube, sin pudor, al púlpito de la superioridad social y moral para contemplar
a la plebe bajo sus pies. ¿Acaso no simboliza la foto de portada esta interpretación?
Pero el debate debería plantearse en los términos de la obligatoria
equidistancia e independencia que deberían mantener los funcionarios y cargos públicos
de cualquier acto político y religioso. Un aspecto más de lo que debería ser un
auténtico Estado Democrático. Forma de gobierno que en la España actual es una
mera ilusión.
Pedro Ángel Latorre Román
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