CERRAMOS LAS CALLES, POR TU SEGURIDAD
Ya sabíamos que la resaca de la falsa pandemia se haría
notar en nuestra vida cotidiana durante mucho tiempo. La falsa pandemia supuso la
apertura total de la ventana de Overton a cualquier disparate, mentira y ocurrencia
por parte de nuestros benefactores, los políticos. Por ejemplo, el amuleto de
la inmortalidad, la mascarilla, sigue presente y aconsejable por las autoridades
sanitarias y educativas. Pero lo que han instalado en esta sociedad decadente y
pusilánime es el miedo constante a cualquier cosa, ante el cual, la presencia
benefactora del Estado, hace claudicar cualquier atisbo de libertad, sentido común
y raciocinio, como veremos más adelante con los nuevos miedos climáticos.
La
gestión de la falsa pandemia fue el mayor acto criminal jamás perpetrado por el
Estado contra su pueblo en tiempos de paz. Los estados de alarma, declarados ilegales
por el Tribunal Constitucional, supusieron la supresión de los derechos y
libertades más elementales y sus consecuencias se concretaron en crisis
económica, fractura social, y lo peor, un incremento de los niveles de mortalidad
jamás conocidos. Ante esta situación devastadora, que hizo la sociedad
española, votar a sus victimarios. El nihilismo moral, la cobardía y la estulticia se
han convertido en señas de identidad de las “gentes” de la “nueva normalidad”
española.
El
Estado, como benefactor, nos salvaguarda, esa es la máxima del pusilánime, dicho vulgarmente, del borrego. Pero el “estado” actual de las cosas, nos indica que asistimos a
la deriva totalitaria más abyecta de la historia de los tiempos, que se
consolida de manera encubierta, silente y bajo la apariencia del interés
general y el bien común. Y es que el Estado, nada más lejos de protegerte, te expolia,
te somete a un latrocinio fiscal indecente para satisfacer todo un entramado corrupto
clientelar. El Estado te empobrece, provocando reiteradas crisis económicas, en
las que la inflación es nuestra condena. El estado te envenena, ¿Qué es?, en este caso, la vacuna
Covid, un tóxico, sin garantías sanitarias, inoculado de manera indiscriminada
a toda la población, con resultado de inconmensurables cifras de muertos y lesionados
graves. Los hijos no son de los padres, como decía de manera miserable la ministra
Celaá, según ella, pertenecen al Estado, que, a través de sus diversos programas
de adoctrinamiento en las aulas y sus sucursales clientelares,
convertirían a tu hijo en otro ser acrítico y servil, sin identidad ni futuro.
Estos son algunos ejemplos de lo que supone el Estado de la nueva normalidad.
La
deconstrucción total está en marcha, ya no hay pueblos, hay gente sin
identidad, sin cultura, sin capacidad de reacción. El secular conflicto dialéctico
social, de naturaleza vertical, entre los de arriba y los de abajo, recuerden, entre la nobleza
y el pueblo; se ha transformado en un conflicto entre iguales. Como decía Diego
Fusaro, entre los precarizados. Una pugna horizontal entre hombres y mujeres,
heterosexuales y homosexuales, blancos y negros, autóctonos e inmigrantes,
vacunados y pura sangre…La interseccionalidad es el indicador final de la
atomización total, que nos convierte en mónadas sin identidad, alma, capacidad
crítica, y revolucionaria, el resultado, la alienación total. Todo ello, con la
complicidad de la falsa izquierda, esa suma de traidores convertidos en el caballo
de Troya del capitalismo del desastre.
Lo
irónico es que nuestros Estados, ya no nos pertenecen, son filiales criminales
de un Estado global, de una plutocracia internacional que nadie ha elegido y
conoce y que marca las grandes decisiones del mundo. La agenda 2030 es la nueva
biblia criminal. Y en su nombre, el nuevo apocalipsis se traduce en el cambio climático
de origen antropogénico, una farsa descomunal que lo que pretende es cambiar o
resetear todo el orden de nuestras vidas, para convertirnos en esclavos. Tú
eres el culpable del cambio climático y debes soportar la penitencia, no
viajes, no uses el coche privado, no comas carne y confínate cuando haga calor
o frío. Han instalado nuevas métricas “calentólogas, el exceso de mortalidad
asociado al clima, lo nunca visto, o tu huella de carbono, asociada a tu
consumo vital. El crédito social al respecto está servido, no podrás hacer
determinadas cosas dependiendo de tu nivel de agresividad al clima. ¡Recuerden!: "No tendrás nada y serás feliz"
El
clima que se mide en escalas de tiempo geológico, es un sistema caótico, la
entropía que entra o sale en el sistema no depende del ser humano. Eliminar de
la ecuación climática la radiación solar y reemplazarla por la actividad humana,
es una especie de geocentrismo posmoderno, que nos convierte más que en dioses
en demonios. Y es que Edward Lorenz nos dejó claro
que las predicciones de los estados climáticos futuros no son posibles. Lo
más irónico es que toda esta caterva de criminales, mediante el ejercicio de la
geoingeniería, sí pueden provocar alteraciones locales del tiempo atmosférico
con consecuencias desastrosas para la vida humana.
Y
en relación a esto, es esta breve reflexión. Hoy, nuestras queridas autoridades
locales, arribistas del último escalafón de la dominación, serviles a la
doctrina imperante, cierran de nuevo los parques ante la previsión de eventos
atmosféricos incompatibles con la vida humana. Y pregunto yo, ¿Por qué no
cierran las calles? Su afán de prohibir es infinito (véase la foto que empleo a
modo de ilustración). Nos tratan como imbéciles, menores de edad que no saben gestionar
sus propias vidas antes los avatares de la vida diaria. Su paternalismo, su
tutela no es más que una vocación totalitaria y que se concretará en actos absolutamente
ignominiosos cuando la ventana de Overton se abra del todo. Los confinamientos
climáticos no tardarán en llegar. Pero es por tu bien pusilánime.
Pedro
A Latorre Román
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