MUERTOS, EMBRUJO DEMONÍACO Y LA DECADENCIA MORAL DEL PUEBLO ESPAÑOL

 


Al día de hoy, tras tres años en los que se ha llevado a cabo el mayor atentado a la salud pública y a la bioética y a los derechos y libertades fundamentales en tiempos de paz, gran parte de la población y en particular la española, no ha reaccionado ni exigido responsabilidades por los actos criminales cometidos por las autoridades políticas, sanitarias, educativas y judiciales. Las primeras por imponer medidas draconianas ilegales de reducción de los derechos y libertades fundamentales con consecuencias devastadoras en la salud, la economía y la armonía social. Las sanitarias por violar el código deontológico y promocionar medidas sanitarias sin rigor biomédico (distanciamiento social, confinamientos y uso de mascarilla al aire libre) y la inoculación de un  fármaco (Vacuna Covid) sin ninguna garantía sanitaria, sin el consentimiento informado pertinente que detallara de manera escrupulosa los riesgos del inóculo, y sin la obligatoria prescripción médica, animando a vacunar incluso a las embarazadas, sin estudios al respecto sobre su seguridad en el embarazo y en el neonato, e incluso a la población escolar que no sufre la enfermedad. Y digo sin garantías sanitarias ya que nadie se hace responsable de su ineficacia (claramente probada) y de sus efectos adversos, letales en muchos casos, las farmacéuticas han sido eximidas de responsabilidades y los médicos no la prescribieron.

El sector docente que permitió tener a los niños más de dos años con una mascarilla insalubre en al aula, favoreciendo la delirante segregación en grupos burbuja e inoculando un miedo atroz a sus alumnos, en algunos casos favoreciendo el acoso a los niños no vacunados al solicitar a mano alzada quienes se habían vacunado o no. Y al poder judicial, que, por dilación negligente en la resolución de la inconstitucionalidad de los estados de alarma, permitieron todos estos atropellos a la vida.

Por su puesto, los voceros, que se dicen periodistas, fueron el instrumento criminal de extensión del pánico y la desinformación, negando el debate, favoreciendo la censura y la estigmatización del disidente.

Y finamente al pueblo español en general, cuya cobardía, pérdida de autoestima y de libertad personal ha permitido este crimen organizado, con resultado de muerte de muchos de sus familiares en residencias, incrementos de suicidios y las muertes y lesiones provocadas por los inóculos. Un pueblo que se descargó con emoción el pasaporte de la infamia. Un pueblo español que mira hacia otro lado y que no exige responsabilidades, un pueblo que podría haber sido sometido a un “embrujo demoníaco” de pusilanimidad e indolencia.

Y es que la pandemia ha sido una farsa criminal si atendemos al concepto clásico de pandemia en relación a su letalidad más que a la transmisibilidad del patógeno, que es lo que hace percibir a la ciudadanía su peligrosidad y su sometimiento a todo tipo de medidas por parte de las “autoridades”. Si analízanos los últimos datos de exceso de mortalidad en este caso del Momo español (Figura 1) podemos observar que entre marzo y abril del 2020 se produce un pico de mortalidad que rápidamente vuelve a los valores normales en mayo ¿Ustedes piensan que así opera un letal patógeno? Que desaparece en su efecto letal de manera súbita. Mi hipótesis es que ese exceso de mortalidad, pudo obedecer a las medidas de confinamiento, sobre todo en residencias, a la iatrogenia (tratamientos inadecuados) y a la “inhabilitación de la asistencia primaria” más que a un errático patógeno ¿Cuántas autopsias se hicieron para confirmar la muerte por el virus?  Nuevamente, en 2021 encontramos un pico de mortalidad que podría ser como en 2018 una mala temporada de gripe, la cual decían de manera insidiosa que en 2020 había desaparecido, y a esa posible mala temporada de gripe se podrán sumar los efectos letales agudos del inóculo administrado a finales del 2020. Si avanzamos en el 2022, podemos observar un evento extraordinario, tres picos de exceso de mortalidad, uno en el mes de julio, insólito hasta la fecha, además, los valles de las curvas no alcanzan ya los valores “pre pandémicos” que incluso se pueden observar después del pico brutal del 2020, en dónde la curva baja a valores previos. Evidentemente estos tres picos de exceso podrían estar asociados no al caprichoso virus, sino a las oleadas de inoculaciones promovidas por la propaganda oficial y el miedo.

Y es que analizando las muertes reales en España desde que el Momo tiene registros, y ajustando el dato de acuerdo a la población de cada año, nos podemos encontrar en esta situación, en 2022, año de la inoculación total, con dosis de refuerzo, inoculación infantil, ha habido un repunte de la mortalidad:

FECHA

POBLACIÓN ESPAÑOLA (MILLONES)

DEFUNCIONES

OBSERVADAS

% DE MORTALIDAD

2022

47.615.034

466571

(dato no cerrado)

0,98

2021

47.331.302

452053

0,95

2020

47.355.685

498059

1,05

2019

47.105.358

424483

0,90

2018

46.728.814

432578

0,92

2017

46.532.869

429207

0,92

2016

46.532.869

414999

0,89

2015

46.410.149

426759

0,92

 

Pero es que si nos derivamos al Euromomo donde se analiza el exceso de mortalidad en 27 países europeos, igualmente podemos encontrar dos ejemplos, (https://www.euromomo.eu/graphs-and-maps/) paradigmáticos de la “eficacia” del inóculo. En toda la población, tanto en 2021 y 2022 no se ha reducido el exceso de mortalidad, pero lo más hediondo es que en 2022, año de la “medicación” innecesaria y sin ninguna garantía sanitaria de la población infantil, el exceso de mortalidad en población de 0 a 14 años es brutal. Una de dos, si ya han dado amortizada la “pandemia” y no hay restricciones, en el exceso de mortalidad de 2021 y sobre todo de 2022, la inoculación podría tener una gran capacidad predictiva (letalidad de los inóculos confirmada por los servicios de farmacovigilancia, Vaers y Eudrovigilance, con decenas de miles de muertos), y si no, es que el errático” patógeno” sigue matando a centenares de miles. Tanto en una situación como en otra, las actuaciones han sido criminalmente negligentes o dolosas y los criminales deben ser identificados.

 


 

 


 






Y es que el engaño se sustentó en el diagnóstico de la enfermedad, en el ya reconocido como fraudulento test PCR que su propio creador Kary Mullis, premio nobel, señalaba su ineficacia como herramienta de diagnóstico. Todas las olas de contagios pudieron ser fabricadas sobre el número de test PCR realizados, modificando su eficacia al alterar su sensibilidad y especificidad. Al final, legiones de pusilánimes e ignorantes, vagaban por las calles, temerosos del que se encontraban de frente. Se instauró la presunción de enfermedad: el asintomático. Y es que, si los virus no son seres vivos, son seres inertes y por lo tanto no tienen actividad fuera de la célula huésped, el contagio en la calle, con personas sanas, era una hedionda farsa. La intención era generar un ambiente visual de pandemia, un miedo permanente, a pesar de que las personas no vieron nunca ambulancias ni coches fúnebres a todas horas.  La tragicomedia la representaron nuestros propios semejantes que sanos, con la marca de la bestia, el bozal, cada vez más se aislaban de afectos, certidumbres y futuro, sin capacidad de pensamiento ni reflexión.

Y es que como señalaba Erich Fromm en su libro “el miedo a la libertad”, el individuo aislado se trasforma en autómata, pierde su yo…, y se somete a la autoridad, la base del fascismo. Siguiendo con Fromm, actualmente el hombre moderno no sufre tanto por la pobreza como por el hecho de haberse vuelto en un engranaje dentro de una maquinaria inmensa, de haberse transformado en un autómata, de haber vaciado su vida y haberle hecho perder todo su sentido. La victoria sobre todas las formas de sistemas autoritarios será únicamente posible si la democracia no retrocede, asume la ofensiva y avanza para realizar su propio fin, tal como lo concibieron aquéllos que lucharon por la libertad durante los últimos siglos. Triunfará sobre las fuerzas del nihilismo tan sólo si logra infundir en los hombres aquella fe que es la más fuerte de las que sea capaz el espíritu humano, la fe en la vida y en la verdad, la fe en la libertad como realización activa y espontanea del yo individual. Esperemos como dice Fromm que: la tendencia a la justicia y a la verdad, como elementos esenciales de la naturaleza humana, sean los últimos reductos de esperanza que nos queda ante la disolución programada de la condición humana.

 

 

Pedro Ángel Latorre Román

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