USO DE MASCARILLA “COVID”, EL DISTINTIVO DE LA DECANDENCIA INTELECTUAL, MENTAL Y MORAL
Y es que en los primeros
inicios de esta guerra de los plutócratas contra la población civil llamada “Pandemia
Covid-19”, es entendible el desconcierto, el miedo y la desinformación. En ese
momento, el escenario de la pusilanimidad global era perdonable. Pero una vez
avanzados los acontecimientos, observando las contradicciones, la ocultación de
información, la censura, los disparates sanitarios y las mentiras, era de
obligada responsabilidad individual leer, informarse, atender a nuestros
sentidos e instinto o someter nuestros miedos al conocimiento y a la razón.
Sólo habría que plantearse
interrogantes tan sencillos como: ¿Qué es un virus, su tamaño, cómo se
transmite? ¿Qué capacidad de protección tiene una mascarilla, su tamaño de poro
ante partículas nanométricas? Y es que el
propio material de filtración de N95 (tamaño medio de poro ~0,3-0,5 μm) no
bloquea la penetración de los viriones, por no hablar de las mascarillas quirúrgicas. ¿Cuánto dura la
eficacia de la mascarilla, cuándo sustituirla? ¿Realmente me puedo contagiar
por la calle? ¿Realmente existen los asintomáticos, pueden contagiar, cuánto
tiempo de exposición debo tener para contagiarme, tienen la suficiente carga
viral? ¿Qué letalidad tiene la Covid? ¿Si yo la he pasado y si estoy vacunado,
por qué debo llevarla? ¿Tiene sentido que me obliguen a llevarla solo en plena
naturaleza? ¿Por qué nadie la lleva en la tele? Pues no, el pusilánime aterrado,
desarmado de todo raciocinio y cautivo, no se preguntaba nada ni mostraba
inquietud alguna por informarse adecuadamente. El bozal era la salvación.
Lo más curioso es que este
desalmado, a pesar de haberse triple vacunado, haber pasado la enfermedad
varias veces, quemarse las manos cientos de veces con gel hidro-alcohólico y no
haberse quitado nunca el bozal, seguía perseverando en las mismas medidas que
le estaban enfermando una y otra vez. La huida hacia delante presagiaba la
inevitable patología, ahora de manera irreversible, entraba en el escenario del
trastorno mental: trastorno obsesivo compulsivo, agorafobia, des-realización,
hipocondría, oligofrenia…, o todo en uno. Las situaciones eran de lo más
delirantes y caricaturescas: gente en terrazas subiéndose y bajándose la
mascarilla para tomarse un refresco, matrimonios uno con mascarilla y otro sin
ella, uno de sus hijos con y otro sin, en sedestación y en un bar no hay
problema, pero para ir al servicio el virus era letal…, el premio “limón” al
delirio es el embozalado solo en su coche o paseando en el bosque o en plena
playa en invierno.
Pero estos adictos a la
hipoxia nunca se han preguntado si podría ser perjudicial el uso prolongado del
infecto bozal. La lógica y el instinto nos invitaría a quitarlo de nuestro
rostro de inmediato, pero no, el siguiente paso de la estupidez más absoluta es
el que esgrime el “bozal-adicto”: “yo ya me he acostumbrado”, sin saber que
cuando eso ocurre, el cuerpo se ha adaptado al ambiente tóxico, no es capaz de restablecer
adecuadamente la homeostasis alterada por la acidosis respiratoria y entra en carga alostática, que les llevará a
la enfermedad. Ningún estudio hasta la fecha pandémica había validado el uso
prolongado de un bozal, su seguridad y sus posibles efectos adversos sobre todo
en población infantil, y en este punto es dónde quiero volcar mi mayor animadversión
hacia toda esta caterva de criminales.
Según Juan Manuel Blanco “Antes de 2020 las agencias sanitarias no recomendaban el uso generalizado de mascarilla, ni siquiera en una pandemia respiratoria grave. En su plan estratégico de 2017, la CDC de los Estados Unidos, señala que, en caso de pandemia muy severa, recomendaría su uso (no su imposición) tan solo a enfermos con síntomas. La OMS en su plan de 2019 señalaba: “no hay evidencia de que las mascarillas sean efectivas para reducir la transmisión de la gripe”. Los estudios mostraban que su uso generalizado no resultaba eficaz, existiendo un sólido consenso en que los perjuicios de una utilización permanente y abusiva superarían ampliamente sus muy escasos beneficios”. Recomiendo su lectura completa en https://www.vozpopuli.com/opinion/mascarilla-riesgo.html. En los anexos indico enlaces de gran interés donde consultar información científica que demuestran la ineficacia de las mascarillas y sí sus efectos adversos.
Que los niños no sufren la
enfermedad es ya del conocimiento ordinario. Lo que me parece que no es del
acervo moral de la mayoría social es que a los niños no se les puede sacrificar
para proteger a los adultos, la mayoría de los cuales (99.5%) sobreviven a la
enfermedad. Pues la mayoría de los padres, pusilánimes, desinformados y
cobardes han permitido que sus hijos pasen dos años de sus vidas limitándoles varios
elementos esenciales para un desarrollo saludable: el aire, el lenguaje, los
afectos, la socialización, el rostro humano, el ocio…, más aún, los han hecho
participes de sus propios miedos y los han convertido en responsables de no sé qué
solidaridad colectiva. Sólo escuchar la medida de protección que se suavizó
este año en los colegios, como es la reducción de la distancia de seguridad
entre pupitres de 1.50 m a 1.20 m, da pavor de la impotencia por no poder hacer
nada contra estos malnacidos, y los padres tragando, y sus hijos pasando frío
en las aulas.
Las mascarillas en los
colegios ha sido un ejercicio criminal de tortura y abuso infantil. Lo más
aberrante es que al día de hoy, cuando ya no es obligatoria en interiores,
determinadas administraciones educativas, profesorado y asociaciones médicas aún recomiendan su uso
escolar, pero lo peor, los propios padres se han convertido en el peor enemigo
de sus hijos al mantener “sine die” este maltrato infame.
Y es que la mascarilla, no
ha sido nunca una medida sanitaria, más bien un símbolo político que sin él no
hubiese existido nunca la pandemia, un
símbolo demoniaco de sometimiento, de fractura y enfrentamiento social, de
humillación y de claudicación, que ha convertido a gran parte de la “ciudadanía”
española en una clase de neo-esclavos, seres sin instinto ni razón, sin alma
y sin moral. Pero también la mascarilla se ha convertido en un abyecto negocio
del que ya afloran los casos de corrupción.
Haber contemplado hoy cómo
al salir de un colegio, aproximadamente el 100% del profesorado y el 98% del
alumnado portaba la “marca de la bestia” en sus rostros, ha sido desolador.
Apelando a Sócrates, según
el cual la excelencia moral emanaba de cuatro virtudes esenciales: el valor, la
justicia, la templanza y la sabiduría, pueblo español, no habéis tenido el
valor de enfrentaros a la realidad, habéis permitido la injusticia manifiesta
en los criminales e ilegales Estados de Alarma y demás medidas dictatoriales, que
han arruinado la economía y han provocado enfrentamientos sociales; habéis permitido la censura, la
criminalización de las personas por no quererse inocular un medicamento, habéis
asumido el uso de un pasaporte discriminatorio, ilegal y criminal, y no habéis
tenido la templanza suficiente para esperar acontecimientos y os habéis dejado
inocular un medicamento sin garantías sanitarias (y lo más dramático, habéis inoculado a vuestros propios hijos). Y lo peor, habéis renunciado al conocimiento y a la búsqueda
de la verdad. Un pueblo así está abocado a la esclavitud o a la desaparición.
Pedro Ángel Latorre Román
ANEXOS
https://www.citizensforfreespeech.org/why_masks_don_t_work_against_covid_19
https://astillasderealidad2.blogspot.com/2021/11/mascarillas-el-planeta-no-es-un_25.html?m=0.
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